por Gerardo Burton
Calímaco dice que hay tres notas para la creación poética: esfuerzo en la
producción; delicadeza en la selección y brevedad en la concreción final.
Agrego una cuarta: revelación, epifanía.
Decir mucho en pocas palabras, quizás una. El adjetivo, cuando no da vida,
mata (Huidobro). Entonces, dos ejes principales: sustantivo y verbo. O sea:
esencia y movimiento; sustancia y acto.
Desbrozar de a poco las imágenes, de manera que la voz sea clara y
sugerente. Adjetivo: es un arma de doble filo.
Que la verdad aparezca naturalmente, ligada a lo dicho. Experiencia más que
sentimiento.
Que la sonoridad venga luego. Evitar la verborragia para limpiar la mirada
poética de apariencias. Crear en quien lee la conciencia de re-creador de la
realidad. Asistir a los mundos nuevos con la serenidad y la pasión de un dios:
el poeta como demiurgo. (Aclaración: Hoy, a más de veinticinco años de haber
escrito estas notas, no estoy tan seguro de que sea así).
Valorar los silencios y espacios blancos tanto como los versos, sílabas y
acentos. Dibujar el poema en la hoja en blanco.
Distribuir los sentidos y los oídos, llenar de voz los rincones y hacer
surgir, casi de la nada, los objetos y los ideales.
Doble polo de paz y guerra: paz en lo escrito y guerra contra uno mismo y
la materia. Entrar profundamente en lo polvoriento, lo usado, lo lleno de
naturaleza.
Dominar el voluntarismo y el racionalismo. Primero vaya gloriosa la intuición,
y luego el goce lúdico. Más adelante, el esfuerzo productivo y el principio de
organización. Ojo: que el orden no aniquile la intuición. Que el espíritu no
sea menos que la letra.
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