por gerardo burton
amor nos trajo a una misma muerte
(amor condusse nou ad una morte)
dante, inferno, canto V
mi mirada se pierde en las regiones de su cuerpo.
el mayor océano es el cuerpo de una mujer enamorada.
adonis
puede ser otra
la senda
y nueva la serpiente
este año
fuegos en los ojos, llamas
en la lengua
no hay poema ni oráculo
sólo cenizas que en
el ocaso arden
sólo la poesía tarda tanto en madurar
la lluvia muerde la medianoche
las luces caen
sobre charcos y hojas húmedas
pero la poesía
demora
no madura
se empecina
lleva
su respuesta, pero no
ella tarda como escamas del río
brisas
que se vuelven torrentes
se toma su tiempo
entre humos, nubes, vapores
de locomotoras arcaicas
la poesía tarda entre besos
no madura
lo suyo, es sabido, tiene
mucho de azar
de sangre, de voces que alegran
el vino tibio de la pasión
las campanas del domingo
pelean
el aire con zorzales
la luz con nubes claras
1
despojos de los ancianos, palabras
borroneadas, camisas vacías
herencias dispersas, en
rincones y en puertas
en las ventanas que el limonero ilumina
una voz permanece, un golpe
de ala negra
aún hiere
2
rastros de tu padre en el espejo
más allá de la noche vienen
a esta mañana de lluvia
y pálidas nubes amarillas
un gesto en los labios, los ojos
gris desde el fondo
para romper la luz blanca, ese sol oculto en el vidrio
y volver de la madrugada terrible
del viaje último
no de esa carne
el recuerdo en esta piel, no en
estos ojos la huella
de miradas luminosas
y menos aún en el camino polvoriento
las pisadas veloces
placer
de matar
calles entre lunas, de silencios
y gritos
y el profundo océano sin luces
para qué
1
esos mares, azules de sed, se alzan
donde mueren las gargantas del alba
esos cielos
de la oscura noche vienen
hasta que los ojos del proscripto
puedan fijar las mariposas de la luz
tiernas luciérnagas en fuga
2
todo es luz, la
mariposa vuela en luz
y canta
el agua luminosa
de escamas que ocultan
el hondo cauce
todo es luz, y viento
y un alma que pretende
descifrar un mundo
que no tiene final
no se abrirán las aguas del mar rojo
no habrá siete años
de plagas ni lluvia de azufre
sobre tu ciudad
todo será en vano, no obstante
alguien se habrá purificado
otro se obstinará en su pecado
pero los crímenes no se castigarán
habrá un diluvio
y luego
todo será igual
marcas negras en el cielo gris
de
sólo aves serenas
que van hacia la línea
del viento
gris la luz del otoño entre las hojas
como el cielo más allá, como los
pájaros que cantan tristes melodías
hoy el frío anuncia las mañanas por venir
y el puñal helado que herirá los ojos
hasta que vuelva el fuego
de su exilio
que ladren
los mastines del dolor
que duelan
las heridas en el aire
bramidos de la carne descuidada
de la carne verde
en el río indetenible
son dentelladas en la nuca
gruñidos ahogados, el fin
de un cierto combate
jardines no habrá, ni
remansos
sólo aires que
mueven vientos
aguas que convierten océanos
fuerzas que no gobiernan
los dioses disponibles
el dolor de antes de la luz
una honda tristeza
en el momento más oscuro
plegarias de los pájaros nocturnos
hay en la sombra
fragancias del paraíso
ojos de nubes, la tormenta arrecia
sobre el río claro
rumores del agua fresca
de unos labios vienen
manantial sin fin, alguien espera
siempre falta un poco
acaso el vuelo corto del gorrión
el canto triste
de la calandria
el abismo
por él, dar la vida
la sangre que
tuvo sus tristezas
ya se sabe cuándo
hay estrellas
en la sombra azul
donde sepultan los olivos
bajo la luna de enero
la nuca de la noche, al azar
de intemperies vestida
duerme con los párpados cosidos
entre cielos, entre brumas
que dispersan el salobre aire
recuerdos como flechas, días que no tienen fin
salvo las nubes de sombra
el acaso que nada endereza
un abismo de negrura
agita sus cortinas sobre el errante navío
del lecho
mueve la brisa
esas tristes cortinas de la noche
párpados
de dudoso temblor
el lento remo del barquero
no se detendrá
ni aún en la orilla
que el viajero aguarda
sin deseo de volver
susurran en la brisa de mayo
los maíces viejos
cantan al cielo las calandrias
desde el sauce aún verde
duermen en la noche
en espera del semen, agua profunda
sangre, saliva, lágrimas
que nada
nada van a calmar
no es una
mirada, es su hurto
bajo sombras de álamos
es ella que elude, otra vez
la caricia, el beso
el salto al vacío son telarañas
de temor, babas
de la tarde que el viento lleva
en naves enloquecidas
a los rincones sin luz
del desierto
ya el camino es ancho
y arduo; ya nada podrán
contra la parábola en el aire
los intentos por volver
el desamparo y la intemperie
son el premio del tedio
hay una estrella en tu espalda
y el perfume que lleva la sombra en el aire
un viento mueve apenas
las espumas que la marea entre algas
deja a los pies de las vírgenes
un desierto mece en las orillas
el canto de los océanos
bajo nubes de tormenta
en la noche de sombras quietas
todo es vacío
salvo la congelada luz de plata
ni el rumor el lecho
ni el canto del río
nada
hostiga
la desnuda arena blanca
tanguito
al oeste de tus pezones
al oeste
no hay nada más que tu perfume
el aire que dejaste
al irte tras las nubes
al sur de tu cabellera de agua
y sin tus ojos
descubren las manos del ciego
la extensión de la sombra
es el viento, y la fragancia del
durazno, y los sonidos
que se llevaron la música al oeste
al oeste de tus pezones
ya no hay nada
ni las nubes
en tu perfume
no hay dolor parecido
a la ausencia
un gesto como de almas en la brisa
tan lejos, tan solo, tan sin final
la noche es una máscara
que oculta el verso amargo
y parte en dos
la tierra roja
la terrible, inevitable tiranía
de la sed de la carne
del hambre
y de la luz para el ojo
una herida muerde
con labios doloridos
mientras el sol lleva vientos
aves, hojas secas
árboles sin destino
estos desvíos hicieron una senda
hacia el océano inmenso
nunca igual en su bramido
de gris y espuma
callan las aves del hemisferio norte
recién llegadas
su graznido es plegaria inútil
que reverbera bajo la luz del mediodía
recostado
sin médanos
grieta en la piedra
heridas
que no cicatrizan
labios de ardor
sed que el fuego
sacia
alegría enciende
fuegos en la sombra
¿pero qué hay
en la madrugada
salvo muertos?
muere el corazón
chispas en la noche
de puertas cerradas
de miradas sin salida
¿dónde estuvo el viento, dónde
el polen de la alergia
y este dolor
y las nubes claras?
¿dónde esa voz blanca
como la rama del sauce en el río?
¿dónde fue la ebria estrella, dónde
la luz que atesoraban tus axilas?
¿qué temor había en esos ojos
color de ocaso, antes de la sombra?
¿qué temblaba como pluma
en la brisa
para que el silencio ordenara
las hojas de los álamos
el color, las flores del durazno?
aquí también huele a pez
y alguien duerme
en un valle
donde apenas vuelan
pelusas de álamo
en la luz vertical
vestigios del placer
recuerdos de la carne saciada
un beso y otro beso, y otro más
como la lluvia en la lluvia
y la tristeza en la guerra
esa tarde en la estación gris
cercana al hipódromo
y al parque
donde el jacarandá esperaba
aun la primavera
áspero olor de animal en fuga
queda la resaca
del oleaje nocturno
pero nadie mira
esa escena sin orden
ese caos
aún quedan de los tilos
rastros en la sombra
un abismo llama a otro abismo
y la noche es más oscura
aúlla el viento sin piedad
hasta que llega el alba
la catedral de sevilla, el barrio
de la cruz, los jardines murillo
el río discurre entre escamas de oro
mientras el viento
acuna sueños de arcaico sabor
muerde la higuera la piel del viento
llora, entre las hojas
la oscuridad que se abisma
casi en paz
la mañana se alza
entre el vocerío de las garzas
un cielo busca otro
cielo tras la luz de la retama
un océano lee
signos de honduras, penas
que en la espuma
mueren, mientras en un beso
se deshacen
los amantes
ojos con luz propia
de aguas hondas, de abismos
donde no hay sombra posible
ojos que de miel encienden
tardes, señales en el sendero
el horizonte guarda
entre pétalos de agapanto
el sol que muere
resuenan pasos en la casa vacía
palabras
algunas canciones
pero no hay nadie: sólo el viento
que lleva las voces
lejos
al fondo de la sombra
a lo más alto de la luz
donde ella está
donde llevó su pequeña dulce vida
ánforas de lluvia plenos
en brazos de debilidad leve
mueren los labios
en una sonrisa, mueren de amor
los que miran en la tarde que muere
cuando duele la luz caída
desde árboles, desde pájaros
que incendia la tarde
sólo lluvia sobre el mar
agua en el agua y la espuma
que alza salobre viento
sexo omnipresente y sin fin
un combate desigual
enciende árboles de otoño, muerde
el aire con el sol envejecido
no hay vencedor: los pliegues
de la sombra tienden
nubes, tampoco
habrá huida: el final
es arder hasta la ceniza
o descansar
en la margen ignorada
(parte de este poemario apareció en 2015 en el volumen "poetas de neuquén en la habana", que, junto con textos de |macky corbalán, sergio sarachu y raúl mansilla, se presentó en el festival de poesía de esa ciudad)
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