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jueves, 28 de enero de 2016

Notas sobre poesía (reflexiones a propósito de Wallace Stevens)

Escrito a partir de unos fragmentos de Wallace Stevens, tomados del ensayo “Sobre la verdad poética”, publicado póstumamente e incluido en el volumen “El elemento irracional en poesía”, editado en 2010 en Córdoba por Alción.



por Gerardo Burton

Dice Wallace Stevens que “la poesía tiene que ver con la realidad en su aspecto más particular”. Analizar esa afirmación parece obvio: cierto que hay una relación con la realidad, pero para Stevens, ese vínculo es estrecho, próximo: se da en “su aspecto más particular” (el ‘su’ pertenece a la realidad). Entonces, puede decirse que esta relación ocurre en el aspecto más genuino, el menos universal que proporciona esa realidad.

Aullido, por Allen Ginsberg, última parte

Un asfódelo



Oh, estimado, dulce y rosado
deseo inasequible
...  ¡qué triste, no hay manera
de cambiar el loco
y cultivado asfódelo, la
realidad visible ...

Aullido, por Allen Ginsberg, parte cinco

En el depósito de equipaje de Greyhound


I.
En las profundidades de la terminal Greyhound
sentado en silencio sobre un furgón de equipaje mirando al cielo esperando la partida del expreso a Los Ángeles
preocupado por la eternidad sobre el techo de la Oficina de Correos en el cielo rojo de la noche en el centro,
mirando a través de mis anteojos me di cuenta en un temblor que esos pensamientos no son eternos, ni la pobreza de nuestras vidas, irritable equipaje de empleados de tienda,
ni los millones de parientes sollozando alrededor de los omnibuses agitando adioses,
ni los restantes millones de pobres que se precipitan de ciudad en ciudad para ver a sus seres queridos,
ni un indio muerto de miedo hablando a un enorme cana al lado de la máquina de coca cola,
ni esta vieja dama temblorosa como una caña que toma el último viaje de su vida,
ni el portero cínico vestido de rojo recolectando sus moneditas y sonriendo sobre el equipaje destrozado,
ni yo mirando alrededor al horrible sueño
ni el negro bigotudo Empleado Operativo llamado Spade, negociando con su mano larga y maravillosa el destino de miles de encomiendas,

Aullido, por Allen Ginsberg, parte 4

América
 Ginsberg lee su poema en una universidad


América, yo te di todo y ahora no soy nada.
América dos dólares y veintisiete centavos enero 17 de 1956.
No puedo soportarme a mí mismo.
América, ¿cuándo terminaremos la guerra humana?
Andá a hacerte coger con tu bomba atómica.
No me siento bien no me molestes.
No escribiré el poema hasta que esté justo en mi mente.
América, ¿cuándo tendrás ángel?
¿Cuándo te sacarás tus ropas?
¿Cuándo te mirarás a ti misma a través de la tumba?
¿Cuándo serás merecedora de tu millón de trotskistas?
América ¿por qué tus  bibliotecas están llenas de lágrimas?
América ¿cuándo mandarás tus huevos a la India?
Estoy enfermo de tus demandas insanas.

viernes, 8 de enero de 2016

Raúl Gustavo Aguirre: Cinco tesis sobre poesía

En 1975, Raúl Gustavo Aguirre ofreció una conferencia en la Biblioteca Argentina de Rosario cuyo título fue “Cinco tesis sobre poesía”. Un año después, Francisco Gandolfo le pidió el texto para publicar en su revista el lagrimal trifurca, incluyéndolo en el número 14, de agosto de 1976, que sería el último. Desde entonces ese ensayo ha permanecido en algunas hemerotecas y en manos de los pocos lectores que conservaran el ejemplar. La mojarra desnuda tuvo acceso a él por gentileza de Juan Carlos Moisés y la generosidad de Marta Aguirre que nos permite publicarlo. No es casual que la obra de Aguirre haya cobrado nueva vigencia y que merezca una atención que nunca debió perder; mencionemos por ejemplo la publicación por parte de la Biblioteca Nacional de los dos tomos facsimilares de poesía buenos aires que Aguirre dirigió entre 1950 y 1960 y la reciente Obra poética que publicara Ediciones del Dock con compilación y prólogo de María Malusardi. Contribuimos así a difundir una parte de la obra oculta durante muchos años de un poeta cardinal.


(foto: Sara Facio)


CINCO TESIS SOBRE POESÍA

 Primera tesis: LA POESÍA NO EXISTE

El día de Todos los Santos del año del Señor de 1517, Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg sus célebres noventa y cinco tesis sobre las Indulgencias. Entiendo que noventa y cinco tesis sobre poesía serían excesiva falta de consideración hacia el prójimo, pero estas cinco que me atrevo a formular, de alguna manera evocan, en su título, aquel acontecimiento que produjo, luego, tan trascendentales transformaciones en la historia del mundo.

En esta evocación termina, por otra parte, el paralelo. Obvio es agregar que mis tesis no pretenden producir ni de lejos semejantes consecuencias. De sobra quedará cumplido su propósito si consiguen llamar la atención hacia el examen de algunos supuestos corrientes acerca de la poesía y los poetas. Parten de la sospecha de que, si se exageran un poco las dudas sobre estos supuestos, tal vez sea posible adquirir una mayor claridad con respecto a ciertas importantes implicaciones que la poesía quizá puede tener para nuestras existencias.

Aullido, de Allen Ginsberg, tercera parte




El sutra del girasol


Yo caminé por las riberas del muelle de hojalata y bananas y me senté debajo de la enorme sombra de una locomotora del Southern Pacific para mirar la puesta del sol sobre las colinas de la  boletería y gritar.

Jack Kerouac se sentó a mi lado sobre un poste de hierro oxidado, compañero, nosotros teníamos los mismos pensamientos del alma, estábamos desabrigados y melancólicos y con la mirada triste, rodeados por las retorcidas raíces de acero de árboles de las máquinas.

El agua aceitosa sobre el río reflejaba el cielo rojo, el sol se hundía en lo alto de los últimos picos de Frisco, ningún pez en esa corriente, ningún ermitaño en esos montes, simplemente nosotros mismos, con los ojos reumáticos y colgados como los vagabundos viejos sobre las orillas del río, cansados y taimados.

Mira el girasol, dijo él, había una sombra gris muerta contra el cielo, grande como un hombre que está sentado y aburrido  en lo alto de una montaña de aserrín viejo-

-yo me precipité arriba encantado - era mi primer girasol - las memorias de Blake - mis visiones- el Harlem.

y los Infiernos de los ríos orientales, los puentes rechinando como emparedados de Joe Grasoso, carritos de bebés muertos, llantas negras sin pedal olvidadas y sin recapar, el poema de las orillas del río, preservativos y ollas, cuchillos de acero, ninguno inoxidable, sólo la bosta húmeda y los afilados elementos de afeitar que se hunden en el pasado ‑

y el girasol gris en reposo contra el ocaso desierto, crujiente y polvoriento con el tizne y smog y humo de locomotoras antiguas en su ojo ‑

la corola de la nublada espiga puesta hacia abajo y rota como una corona golpeada, las semillas caídas de su cara, una boca con un aire de sol dentro de poco desdentada, los rayos de sol borrados de su cabeza como el seco alambre de una telaraña

las hojas quedaron clavadas como brazos fuera del tallo, gestos desde la raíz del aserrín, rompió pedazos de yeso caídos de las ramitas negras, una mosca muerta en su oreja,

Aullido, de Allen Ginsberg, segunda parte

Segunda parte. Versión de Gerardo Burton




II
¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió de golpe sus cráneos y devoró su cerebro y su imaginación?
¡Moloc! ¡Soledad! ¡Mugre! ¡Repugnancia! ¡Tachos de basura y dólares inalcanzables! ¡Chicos gritando bajo las escaleras! ¡Muchachos que sollozan en los ejércitos! ¡Ancianos gimiendo en los parques!
¡Moloc! ¡Moloc! ¡Pesadilla de Moloc! ¡Moloc el sin amor! ¡Moloc mental! ¡Moloc el duro juez de los hombres!
¡Moloc, la prisión incomprensible! ¡Moloc, penitenciaría sin alma y de huesos cruzados y congreso de las penas! ¡Moloc cuyos edificios son sentencias! ¡Moloc la vasta piedra de la guerra! ¡Moloc los aturdidos gobiernos!
¡Moloc cuya mente es pura maquinaria! ¡Moloc cuya sangre es moneda corriente! ¡Moloc cuyos dedos son diez ejércitos! ¡Moloc cuyo oído es una tumba humeante!
¡Moloc cuyos ojos son mil ventanas ciegas! ¡Moloc cuyos rascacielos están en las largas calles como Jehováes infinitos! ¡Moloc, cuyas fábricas sueñan y gruñen en la bruma! ¡Moloc, cuyas chimeneas y antenas coronan las ciudades!
¡Moloc cuyo amor es petróleo y piedra eternos! ¡Moloc cuya alma es electricidad y bancos! ¡Moloc cuya pobreza es el espectro del genio! ¡Moloc cuyo destino es una nube de hidrógeno asexuada! ¡Moloc cuyo nombre es la Mente!